Un poema rompe a llorar
cuando la palabra salivada
salta tras el susurro
que una juguetona lengua expira.
Oh rima certera que adjudica
en el postrero arrepentimiento de la diéresis
una frívola brisa entre comillas,
capaz de volatilizar
la bruma de la inspiración,
desnudando suavemente
al verso esperado y tardío,
como la insolente abeja
a la sumisa flor,
entregada sin límites
al baile de la lujuria.
No, no penséis que la polinización
de las palabras es directa,
se cruzan infinidad de recursos
que mezclados entre sí
tejen los vientos de la poesía
y a veces, sólo a veces
llora jubilosa la luna,
lágrimas, estrellas y un nuevo día.