El verano que se asoma
a la ventana del tiempo
se remoja en las aguas
salpicadas de ignorancia.
La urbe abandonada a su suerte,
triste por una quejumbrosa
calle no pisada,
llora por la pérdida de identidad.
Se evapora la sombra del árbol
que pide otoños en sus ramas
y arde el himno del pájaro
que una y otra vez
se ríe de un flemático sol
que asfixia pausadamente
sin decir una sola palabra.
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